domingo, 9 de noviembre de 2008

Ciencia y tolerancia

Ciencia y Tolerancia
Miguel Martí
En la tradición cultural de Occidente, lo que nos dice la ciencia influye de manera significativa en la visión de mundo imperante. No es un proceso mecánico o lineal, pero lo cierto es que desde la ciencia se modelan imágenes, metáforas y símbolos de lo que somos y podríamos ser. La religión, la filosofía, la ética y la estética reciben y reflejan esa influencia. (También influyen en el quehacer científico.)
Cuando Galileo afirmó que es el Sol, y no la Tierra, el que ocupa el centro de nuestro sistema, de alguna manera contribuyó a que se cuestionara el papel central del Papado. Cuando Newton nos reveló las leyes que rigen el movimiento de los cuerpos, presentándonos una visión del Universo como si fuera un perfecto y predecible mecanismo de relojería; Carlos Marx pensó posteriormente que la historia y los movimientos sociales pueden también explicarse gracias a “leyes objetivas.”
El paradigma mecánico newtoniano también contribuyó a fortalecer, por una parte, la idea de que existe una realidad “objetiva”, separada del sujeto que la conoce y; por la otra, la noción de que solo existe un enunciado, y solo uno, que pueda ser “verdadero”.
Pero en el siglo XX todo cambia. La ciencia deja de presentarnos un mundo predecible, objetivo y ordenado.
Cuando la mirada se dirige al macrocosmos, se nos habla de “relatividad”, que el tiempo y el espacio no están separados, ni existen como realidades “objetivas”.
Cuando la mirada se dirige al microcosmos, a lo que ocurre en lo profundo de los átomos; se nos habla que la energía puede ser simultáneamente una onda (inmaterial) y una partícula (material). Cuando usted tira una piedra a un lago, se forma una onda de agua. A nivel cuántico, ¿la onda es una onda de qué? La respuesta es extraña: es una onda de probabilidad.
Y mucho más extraño aún es que ya se demostró experimentalmente uno de los postulados más sorprendentes de la física cuántica: ¡una partícula puede estar al mismo tiempo en dos sitios distintos!
En lo que se conoce como “la Interpretación de Copenhague”, en honor a su principal exponente, el danés Nils Bohr, se postula que entre el sujeto que conoce y el objeto conocido no hay separación. En el plano cuántico, ¡la respuesta depende de la pregunta!
Posteriormente, el alemán Werner Heisenberg postuló el principio de incertidumbre. Demostró científicamente que siempre se altera el objeto al momento de conocerlo, de manera que es imposible el conocimiento “exacto” y “objetivo”.
Y quizá lo más asombroso es que se postula que, en el plano cuántico, los sucesos ocurren solo cuando interviene un sujeto que observa. Se describe un campo cuántico como “potencialidad pura” que finalmente “colapsa” en una realidad determinada (colapso de la función onda) cuando interviene un sujeto que la observa. La implicación es, en verdad, difícil de digerir en toda su magnitud: ¡¡creamos la realidad “objetiva”a partir de nuestros pensamientos!!
En sí misma, la cuántica es paradójica: no existe teoría científica que haya sido sometida a tanta verificación experimental y haya salido siempre exitosa mientras que, al mismo tiempo, sus enunciados e implicaciones siguen siendo causa de tanta polémica.
Lo que parece estar claro es que en el plano de la realidad sensible; que la física clásica describe y explica, existen leyes “objetivas”, que sujeto y objeto están separados, que solo puede existir un enunciado que sea verdadero y los demás son falsos con relación al mismo objeto; que efectivamente se puede “conocer” esa única verdad; que a cada causa corresponde un efecto; y que todo es previsible.
Pero es igualmente claro que existe otro plano de realidad, donde sujeto y objeto están unidos, donde las cosas manifiestan “probabilidades”, no certezas; donde la potencialidad contenida puede colapsar en múltiples posibilidades, no en una sola; donde no existe relación mecánica y lineal entre causa y efecto; donde la incertidumbres es un rasgo esencial (ontológico) de la realidad; no un accidente o un error.
Si trasladamos todo esto al ámbito de la vida cotidiana podríamos decir que existen planos de existencia donde es válido pretender que solo puede existir “una” verdad; por ejemplo, cuando se trata de la ley. O se cumple, o no se cumple.
Pero en gran medida la vida parece discurrir más por la vía de la cuántica: existe más incertidumbre que certeza; hay más probabilidad que determinismo, hay más potencial que fatalismo. Más que “una verdad única” hay respuestas múltiples que dependen de los innumerables sujetos que preguntan.
En democracia, la diversidad y potencialidad contenida, finalmente “colapsa” en el contrato social. Al nivel del contrato social, expresado en el Estado y las leyes, en la moral imperante, etc., funcionan, por así decirlo, categorías y valores que resultan de la visión clásica de la física.
Pero existe otro plano de existencia que es igualmente real: el de la creatividad, el de la diferencia, el de la incertidumbre, el de múltiples verdades, el de la potencialidad que no debe ahogarse o reprimirse. Debemos y podemos aprender a combinar sabiamente ambos planos, en lugar de pretender que uno es “mejor” que el otro. O peor: imponer uno y negar el otro.
Es por ello que la tolerancia parece ser una forma de conducta más alineada con lo que parece ser la vida en sus niveles más profundos. Porque no olvidemos que, en definitiva, lo más importante que la ciencia del siglo XXI nos dice es que todo, absolutamente todo, está interconectado: ¡Lo que le hagás al otro, te lo hacés a vos!

3 comentarios:

. dijo...

Le había leído en los periódicos pero no conocía el blog, muy bueno, felicidades.

Queda invitado a mi blog, donde trato temas políticos, cosas graciosas que me encuentre por internet, y algunas reflexiones personales.

http://nihilism.ticoblogger.com

Saludos,
alf10087

Miguel Martí dijo...

agradezco a chuck norris el comentario, y visitaré su blog.

Anónimo dijo...

Lo que hacia falta! un blog mas de basura "progre"...