domingo, 21 de septiembre de 2008

Mayo del 68: la felicidad al poder

Mayo del 68

El año de 1968 fue extraordinario. Ocurrió la ofensiva Tet en Viet Nam, la primavera de Praga, los asesinatos de Martin Luther King y de Robert Kennedy, la protesta de John Carlos y Tommie Smith al recibir sus medallas olímpicas en México; la matanza de Tlatelolco.
Pero lo que más perdura en el imaginario colectivo es la revuelta estudiantil ocurrida en París, en Mayo del 68: 40 años después su impacto sigue vigente y sus reivindicaciones quizá son más urgentes hoy que entonces.
¿Qué fue Mayo del 68? Algunos, incluso en la actualidad, tratan de presentarlo como un estallido anticapitalista y, por ende, como un movimiento “revolucionario” pro-socialista. Nada más alejado de la realidad. Sin duda fue “revolucionario”, pero en un sentido distinto al definido por la política y la ideología. El 11 de mayo, el mismísimo Herbert Marcuse, quien es considerado como inspirador filosófico del Mayo del 68, declaraba en París: “las sociedades socialistas, tal como existen, no me parecen ser cualitativamente distintas que las sociedades capitalistas.” Y por su parte, Daniel Cohn-Bendit, principal líder estudiantil, en un acto en La Sorbona el 9 de Mayo del 68 acusaba al intelectual comunista Louis Aragon de ser “un crápula estalinista”.
Para quien todavía acude a las dicotomías le decimos que Mayo del 68 no fue ni de comunistas contra capitalistas; ni de obreros contra burgueses. Si alguna dicotomía vale para entender Mayo del 68, es la siguiente: “Juventud/Libertad” versus “Adultos/Autoridad”.
Fue la revuelta de una generación que finalmente, en las barricadas de París, declaró al mundo que los hijos ya no vivirían como sus padres. De hecho, lo que inició la revuelta fue una protesta en la Universidad de Nanterre en la que estudiantes demandan, no la revolución socialista o la abolición de la propiedad privada, sino su derecho a pasar la noche en el dormitorio de las mujeres.
El slogan que se convirtió en el símbolo de la protesta, el que inspiró a millares en París, y luego en muchas partes del mundo, fue: “Se prohíbe prohibir”. No fue una revolución contra el sistema, sino una revuelta contra sus jerarquías y sus sistemas de autoridad, ya sea en la fábrica, en el aula o en la familia.
Como lo escribió entonces Raoul Vaneigem, “no queremos un mundo donde tener la certeza de no morir de hambre, se obtiene a cambio del riesgo de morir de aburrimiento”. De hecho, se decretó que “el aburrimiento es contrarrevolucionario.”
George Marbeck, entonces editor del diario “¿Qué queremos? ¡Todo!”; escribió: “toda una generación afirmó su deseo de cambiar, no el sistema, sino la vida, de reinventar el amor; que cada quien pueda dar rienda suelta a sus fantasías y a sus éxtasis; vivir plenamente la multiplicidad de nuestros deseos, para que nuestra vida cotidiana no sea esa lenta agonía que la civilización de la bomba atómica, del plástico y de la Coca-Cola nos imponen como modelo de existencia”.
Mayo del 68 es un movimiento contestatario, que cuestiona la moral, las relaciones patriarcales, las costumbres aceptadas. Reivindica el “placer” y “el deseo” como categorías social y moralmente aceptables. Rechaza la represión política, ideológica y sexual. Proclama la legitimidad de las diferencias y la tolerancia a todas las formas de vida; y en ese sentido, incluyó temas como el aborto, la píldora anticonceptiva, el feminismo, y el homosexualismo.
Como lo dice el filósofo Antonio Neri, el 68 marca la superación de los conceptos de “masa” y de “clase”. Se trató de un “movimiento de multitudes”. “La multitud –explica- es un conjunto mayor que la clase obrera, también es estudiantil, feminista, y de inmigrantes, es móvil y flexible, y está determinado por el placer de vivir y por un regocijo con la libertad”.
Mayo del 68 marca el fin de la clase obrera como “motor de la revolución” en las sociedades industriales capitalistas desarrolladas.
Si queremos señalar a inspiradores del movimiento, debemos mencionar a Wilhem Reich, a Simone de Beauvoir, a Mary Quant (inventora de la minifalda) a Janis Joplin, Jimmy Hendrix, Bob Dylan, Yoko Ono y John Lennon; a los filósofos Gilles Deleuze y Félix Guattari, entre muchos.
Pero en definitiva, el mismo Cohn-Bendit aún afirma, que ni él ni nadie había leído a Marcuse. El movimiento no tuvo a un solo inspirador, fue un estallido espontáneo contra una sociedad cuyas costumbres y normas morales oprimen al ser humano y le impiden ser feliz.
Como lo dijo el filósofo Guy Debord en aquellos días: “Hay que destituir de su primacía indebidamente afirmada, los valores del trabajo, la producción y el consumo; para celebrar el juego, la fiesta y la alegría”
Por eso Mayo del 68 sigue vigente; porque su llamado en favor de la libertad y de la felicidad seguirá por siempre resonando, recordándonos que es hermoso y moralmente aceptable que cada individuo asuma con alegría su primera y fundamental responsabilidad: ser feliz.

sábado, 20 de septiembre de 2008

A Propósito de la actual crisis financiera en USA

En Noviembre de 1999, participé en una mesa redonda sobre la globalización junto a Fernando Naranjo y Claudio Anzorena.
A propósito de la actual crisis financiera en USA, creo oportuno recordar lo que manifesté en aquella ocasión.


POLITICA Y GLOBALIZACION




La Inglaterra de mediados del siglo XVIII fue el escenario de un profundo experimento de ingeniería social: liberar la actividad económica de todo control político y social. Se hizo creando una nueva institución: el libre mercado.

Poco mas de un siglo después de nuevo está planteado ese objetivo; pero ahora a una escala planetaria.

Bajo Reagan y Thatcher se inició el nuevo intento por emancipar la economía de sus matrices políticas, culturales y sociales. Según el llamado “consenso de Washington”, un capitalismo global, con gobiernos mínimos y mercados libres, sería adoptado en todo el mundo; la multiplicidad de sistemas económicos y culturales sería redundante y todos se fusionarían en un solo y universal mercado libre global.

La belle epoque del laissez faire, de 1870 a 1914, términó trágicamente en las trincheras de la Primera Guerra Mundial.

Ahora, de nuevo, el intento de crear mercados que se han de colocar por encima de las condiciones sociales, por encima del control político e ignorando las diferencias culturales, está resultando en situaciones de colapso social, inestabilidad política y fragilidad económica a escala planetaria.

Nada muestra mejor los efectos de un capitalismo desbocado, sin controles democráticos que solo se construyen, se legitiman y se implementan a través de la acción política, que el caso de los mercados financieros.

En los últimos 20 años 125 países han sufrido al menos una crisis bancaria seria. Mas de la mitad de esos casos corresponden a países en desarrollo donde la totalidad del sistema bancario quedó prácticamente insolvente. Y en mas de una docena de casos, resolver el problema costó mas de una décima parte del ingreso nacional anual del país respectivo.

En estas crisis colapsan el valor de los activos y de las monedas. La economía se hunde en recesión, la riqueza se evapora, millones de empleos se pierden y la pobreza así como la deserción escolar se catapultan.

Por otra parte, en Inglaterra, al final de la era Thatcher, en uno de cada 5 hogares, no había ni una sola persona con empleo, representando una magnitud de exclusión social desconocida en cualquier otro país de Europa Occidental, pero muy conocida en Estados Unidos.

El nuevo experimento de nuestros días, paradójicamente, es un intento por legitimar, a través de instituciones democráticas, severas limitaciones al ámbito y al contenido del control democrático sobre la vida económica.

Sin embargo y a pesar del formidable aparato ideológico usado para legitimar ese intento, incluyendo a organismos multilaterales como el Banco Mundial, el FMI y mas recientemente a la OMC, ese tipo de capitalismo solo se aplica en tres mercados del mundo: Estados Unidos, Gran Bretaña y Nueva Zelanda. Y en dos de esos, Estados Unidos y Gran Bretaña, ya está en plena revisión.

En Japón, Singapur, Corea del Sur, Francia y ciertamente en la Alemania del capitalismo social, el modelo neoliberal de libre mercado reaganiano y thatcheriano no se ha aplicado, o solo se ha aplicado parcialmente.

Como lo dice John Gray, “el libre mercado es una singularidad anglosajona. En Europa, solo llegó a existir en Inglaterra. Los países de la europa continental son economías de mercado; pero no son sociedades de mercado, y siguen así hasta nuestros días”.

Sin embargo, quienes persisten en imponer la idea de un libre mercado a escala global emancipado de la política y de las demandas sociales de cohesión y estabilidad, insisten en la noción de que el marco legal que lo define debe ubicarse mas allá o por encima de cualquier legislatura democrática.

Por ello, la realidad de los mercados globales al concluir el siglo XX es que son prácticamente ingobernables, ya sea por estados nacionales o por las corporaciones transnacionales; muchísimo menos por los ciudadanos.

Contrario a lo que los apologistas del libre mercado global sostienen, a saber, que el estado nación está en vías de extinción, estos mas bien tenderán a fortalecerse en la medida en que cada vez se hace mas fuerte la demanda de sus ciudadanos de que se les brinde protección y abrigo ante la inestabilidad de los mercados globales.

La globalización económica está atrapada en una paradoja: necesita de los gobiernos para hacerla efectiva; pero en la medida en que es efectiva debilita la legitimidad de esos mismos gobiernos, crea una sensación de creciente inseguridad entre los ciudadanos y estos, a su vez, demandan protección de sus gobiernos. Y estos, para mantener al menos un mínimo de legitimidad política y de cohesión social, deben poner límites a la velocidad, al ámbito y a la profundidad de su apertura y vinculación al mercado global.

Como lo dice George Soros “se habla mucho de imponer disciplina de mercado, pero si imponer disciplina de mercado significa imponer inestabilidad, ¿cuánta inestabilidad puede asumir la sociedad?”.

Y continúa: “Si a las fuerzas del mercado se les concede una autoridad completa, incluso en los campos puramente económicos y financieros, producen caos, y podrían desembocar, en última instancia, en el desmoronamiento del sistema capitalista global”.

Y agrega Soros: “ el fundamentalismo del mercado pretende abolir la toma de decisiones colectivas e imponer la supremacía de los valores del mercado sobre todos los valores políticos y sociales. La promoción del interés personal a la categoría de principio moral ha corrompido a la política, y el fracaso de la política se ha convertido en el argumento mas poderoso en favor de conceder a los mercados aún mas carta blanca”.

Es decir, el actual curso es insostenible y conduce al desastre. Tenemos una economía global sin tener una sociedad global. Soros sostiene que para regular y estabilizar una economía verdaderamente global es necesario algún sistema global de toma de decisiones políticas. Y este sistema, añadimos nosotros, debe descansar, a su vez, en sistemas políticos viables y funcionales a nivel del estado nación.

Esta idea fue planteada durante el XX Congreso de la Internacional Socialista en Nueva York en 1996 cuando se propuso la creación de un Consejo de Seguridad Económica; y fue reafirmada durante el XXI congreso efectuado en París a principios de noviembre de 1999.

En ese Congreso, Lionel Jospin, expresó: “aceptamos que vivimos en economías de mercado; pero no aceptamos que tenemos que vivir en sociedades de mercado. El mercado no es un valor, es solo un instrumento. Debe ser regulado; debe permanecer al servicio de la sociedad. Por sí mismo, el mercado no genera ni sentido, ni dirección, ni proyecto. El mercado no borra las exigencias del contrato social. Es la sociedad de los ciudadanos la que, a través de la deliberación y de la política, instituye y escoge sus valores”.

En la Declaración de París se postula “la primacía de la política para dar respuestas a los desafíos de la globalización. La gobernabilidad de la globalización exige de nosotros el mejoramiento y el reforzamiento de la política; de la calidad y la extensión de la participación democrática en todos los niveles; desde el local, el nacional y el regional, hasta la comunidad internacional”.

En conclusión; la política, es decir, la participación democrática de los ciudadanos en la toma de decisiones, no solo no es un obstáculo para la globalización de los mercados, sino que es su condición de sostenibilidad y de legitimidad.

Si la globalización del mercado es portadora de la promesa de mayor riqueza; solo será a través de la política que ello se hará en un marco de justicia social, de respeto al medio ambiente, de preservación de las diversidades culturales y de la democracia.

No olvidemos que el sujeto de la globalización no es el mercado; son los sujetos, las personas de carne y hueso. Y sus aspiraciones y sueños solo se articulan en el espacio político. Si la globalización no satisface esas aspiraciones, las personas, políticamente organizadas, optarán por otras vías.

domingo, 14 de septiembre de 2008

Una Visión de País

El rasgo más distintivo de nuestra Costa Rica es el contraste inmenso entre el potencial que tenemos y lo que efectivamente somos.
¿Por qué la inmensidad de nuestro potencial? Porque, producto de la revolución tecnológica y del advenimiento de la digitalización, la principal fuente de creación de riqueza actualmente son el conocimiento y la información; no las “cosas”.
Para ser más precisos: la prosperidad de un pueblo hoy en día depende de su capacidad y de su creatividad para organizar su economía alrededor de actividades basadas en conocimiento e información (desarrollo de software, diseño gráfico, call centers, servicios médicos, ingeniería, arquitectura, producción audiovisual, biología, consultorías en las más diversas áreas, etc.), y/o en la incorporación de conocimiento e información a las “cosas”; lo que implica pasar de los productos “commodities” a los productos con valor agregado. En ambos casos, el valor máximo posible se consigue cuando el servicio o el producto lograr adquirir “valor de marca”.
Cuando la generación de riqueza y la prosperidad de un pueblo dependía de la existencia de recursos minerales estratégicos (oro, petróleo, etc); o de la capacidad industrial para transformar recursos minerales o agrícolas en “cosas”, un país como el nuestro tenía un potencial limitado. Ya no es el caso. En la nueva economía basada en el conocimiento tenemos todos los ingredientes para prosperar, para eliminar de una vez por todas la pobreza, para asegurar a todos calidad de vida.
A lo largo de nuestra historia invertimos en educación y en salud. Tenemos estabilidad política e instituciones estables. Tenemos una de las mayores biodiversidades del planeta. Tenemos todos los ingredientes para dar un salto formidable hacia la prosperidad.
¿Por qué no damos el salto? Porque estamos amarrados. Sí. Amarrados, maniatados. Atrapados e inmovilizados en una gigantezca telaraña de leyes, reglamentos y controles. Nuestra clase política lleva décadas tejiendo la telaraña. Y como algunos intentaban escapar, crearon la Sala IV.
La justificación para la telaraña es el impedir la corrupción. No la impide; más bien la hace necesaria. Lo que sí consiguió es que en Costa Rica gobierne la lentitud. Y eso, hoy en día, es gravísimo. ¿Por qué? Porque el segundo componente de la era del conocimiento y de la información; es que esa información y conocimiento se transmiten alrededor del Plantea a la velocidad de la luz…¡literalmente! El efecto profundo –económico, psicológico, cultural, político-- es que se acelera vertiginosamente el ritmo de la vida. Antes, un minuto tenía sesenta segundos; hoy tiene cincuenta y sigue disminuyendo.
Una cosa era tardar 20 años en construir una carretera a mediados del siglo XX. Otra cosa es tardar 20 años hoy en día. Una cosa era tardar 3 años en una licitación en los años 70; otra cosa es tardar 3 años hoy en día.
La totalidad del aparato institucional de nuestro país se mueve a una velocidad que nos condena a un creciente atraso, al rezago, a quedar marginados. Es decir, a jamás poder superar la pobreza. Quizá por un breve tiempo más nos permitirá sostener a duras penas a una clase media que poco a poco se empobrece.
Pero mientras el sector público e institucional del país se mueve con lentitud, el sector productivo se mueve cada vez con más velocidad. Por eso la creciente realidad y sensación de que se van configurando dos Costa Ricas: una pujante, creativa, innovadora, vinculada cada vez más a la economía global y en proceso de enriquecerse; y otra lenta, burocratizada, vinculada al aparato del estado y a las universidades públicas, en proceso de empobrecerse.
Estas dos Costa Ricas están en curso de colisión. Pero puede evitarse. Una visión de País Inclusivo puede evitar un choque que está en ciernes.
Pero, ¿es posible? No solo es posible; es necesario. Más aún; es imprescindible. ¿Por qué? Porque cuando la principal fuente de generación de riqueza es el conocimiento y la información, la justicia social es condición necesaria para el éxito económico, y no, como en el pasado; un gasto que afecta la rentabilidad.
Tener un sistema educativo de clase mundial nos hará a todos más prósperos. Tener un sistema de salud de clase mundial, nos hará a todos más prósperos. Tener telecomunicaciones de clase mundial, nos hará a todos más prósperos. Tener universidades de clase mundial nos hará a todos más prósperos. Tener carreteras, puertos y aeropuertos de clase mundial, nos hará a todos más prósperos.
Una tendencia central en la actualidad es la convergencia. Lo que antes existía físicamente separado, hoy puede coexistir virtualmente a través de la digitalización. Una implicación en el plano lógico y epistemológico, es la necesidad de superar el pensamiento fragmentado, ir más allá de la disyuntiva.
Cada vez tiene menos sentido enfocar como contrapuestos al individuo y a la sociedad; al estado y al mercado; a lo local y a lo global; a la justicia y a la rentabilidad; a la producción con el medio ambiente; al empresario y al sindicalista. La era del conocimiento, a través de la digitalización, efectivamente está produciendo la interconexión total de todos, en todos lados, en todos los sistemas. Interconexión que, por lo demás, como nos dice la física actual, es un aspecto esencial del Universo y de la Vida.
El principal desafío a resolver en el corto plazo, es poner al aparato institucional a moverse a la misma velocidad que la sociedad civil. Es hacerlo ágil, rápido, flexible y transparente. Hasta hoy, la principal excusa para no hacerlo es invocar la necesidad de controles para evitar la corrupción. Aseguro que se combate más eficazmente legislando para que todo, absolutamente todo lo que se hace en una institución pública sea hecho “en línea”, a la vista de todo Costa Rica; que seguir aprobando o manteniendo amarras burocráticas y legales.
Esto, a su vez, requiere un nuevo tipo de político. Es necesario que apoyemos a dirigentes políticos que entienden la lógica, las demandas, las oportunidades y las amenazas de la nueva era del conocimiento en el contexto de una creciente interconexión global. Y que actúen en consecuencia. Es fácil distinguirlos: exígales que se comprometan públicamente a reformar el reglamento legislativo; infausto y nefasto símbolo y expresión de “la vieja política”.
Aún estamos a tiempo de hacer de Costa Rica un verdadero “nodo de la economía digital”. Aún estamos a tiempo de avanzar hacia una educación que privilegie el pensamiento creativo y la imaginación, sobre la memorización de datos; estamos a tiempo de agilizar el aparato del estado y, precisamente por ello, combatir eficazmente la corrupción; estamos a tiempo de reconocer en cada uno de los demás a alguien imprescindible para el buen funcionamiento del sistema total; estamos a tiempo de admitir que nadie sobra, que nos necesitamos todos; que es tan necesaria la iniciativa y la creatividad individual, como las políticas públicas que fomenten la cohesión social; que la diversidad nos enriquece, que la tolerancia nos humaniza, que en la globalización hay más promesas que amenazas; que reafirmamos mejor nuestra identidad interactuando con el mundo.
Pero tenemos que hacerlo rápido, porque hoy en día, un minuto tiene cincuenta segundos y continúa disminuyendo…

Publicado en La Nación
14 de Setiembre, 2008

sábado, 13 de septiembre de 2008

Bonos chinos: la verdadera cuestión

La verdadera cuestión en el tema de los bonos chinos no es si hubo o no corrupción; como lo quieren hacer creer el gobierno, su fracción legislativa y el mismo Partido Liberación Nacional (PLN).

La verdadera cuestión es si queremos, o no, que en Costa Rica el Presidente de turno pueda endeudar al país en secreto.

Yo no lo quiero.

Más aún; yo quiero que todo lo que tiene que ver con la administración pública, sea "público".

Más allá de la discusión jurídica -resuelta por la Sala IV- me interesa promover discusión desde el punto de vista político, y hacerlo desde la siguiente perspectiva: ¿cómo debe conducirse la política, y la gestión de los asuntos públicos, en el contexto de la era de la información?

Mi respuesta es que debe hacerse de manera abierta y transparente; si no por convicción y ética, entonces por la simple constatación de que, crecientemente, no existe otra alternativa.

Lo vimos durante el referendo el año pasado: cada vez más costarricenses buscan y diseminan información; cada vez más personas participan en todos los ámbitos de la vida, empoderados por las herramientas informáticas "en línea".

Este mismo blog, que decidí poner al aire el día de hoy (13 de setiembre, 2008) para compartir mis puntos de vista sobre las implicaciones de los bonos chinos, ejemplifica lo que quiero decir. Cualquier otra persona con acceso a una computadora conectada a internet también puede hacerlo.

Y entre más personas, y más organizaciones, y más empresas diseminen más información; también será mayor su necesidad y su demanda de acceso a más información.

Cuando el Presidente y su Ministro de Hacienda rehusaron hacer pública las condiciones de la venta de los bonos; más allá de su ilegalidad; lo que eso revela es una falta de comprensión de las transformaciones profundas que están en curso. Actuaron según los criterios de "la vieja política".

Harían mejor a su gobierno, a su partido y a su país si tomaran nota del cambio en curso, en vez de pretender desacreditar al medio de prensa que solicitó acceso a la información.

Hoy fue un medio de prensa; muy pronto seremos cualquiera de nosotros. Por ejemplo; para escribir en mi blog yo habría podido ser quien demandara conocer las condiciones de la venta de los bonos.

La "nueva política" que necesariamente emergerá, será la que se hará partiendo de la premisa de que todo debe ser transparente. Será la que empiece a aceptar que ya es prácticamente imposible hacer las cosas en la oscuridad, a escondidas; en conciliábulos.

Quienes se aferran a "la vieja política" van a esgrimir mil y una razones para combatir esta tendencia profunda y poderosa. Invocarán teorías de conspiración; usarán etiquetas y epítetos para descalificar. Dirán que el país se hará ingobernable. Pero no la prodrán revertir. Porque no obedece a ninguna conspiración; como tampoco a ninguna ideología; ni a ningún grupo particular de interés.

Obedece a la nueva lógica de la información y de la interconectividad. Obedece a la nueva lógica de las comunidades en línea, de las redes virtuales, de YouTube, de My Space y de Facebook.

De manera similar como la invención de la imprenta y la consecuente diseminación de información y conocimiento en la Edad Media transformó las estructuras de dominio y de poder; es decir, la política; los nuevos medios informáticos y los nuevos modos de relación que ellos precipitan, también están en proceso de transformar cómo se hace política en una democracia en el Siglo XXI.

La verdadera cuestión en torno de los bonos chinos es si la gestión de los asuntos públicos será opaca o transparente.

Será transparente; que no le quepa duda.

San Jose, 13 de Setiembre, 2008