sábado, 20 de septiembre de 2008

A Propósito de la actual crisis financiera en USA

En Noviembre de 1999, participé en una mesa redonda sobre la globalización junto a Fernando Naranjo y Claudio Anzorena.
A propósito de la actual crisis financiera en USA, creo oportuno recordar lo que manifesté en aquella ocasión.


POLITICA Y GLOBALIZACION




La Inglaterra de mediados del siglo XVIII fue el escenario de un profundo experimento de ingeniería social: liberar la actividad económica de todo control político y social. Se hizo creando una nueva institución: el libre mercado.

Poco mas de un siglo después de nuevo está planteado ese objetivo; pero ahora a una escala planetaria.

Bajo Reagan y Thatcher se inició el nuevo intento por emancipar la economía de sus matrices políticas, culturales y sociales. Según el llamado “consenso de Washington”, un capitalismo global, con gobiernos mínimos y mercados libres, sería adoptado en todo el mundo; la multiplicidad de sistemas económicos y culturales sería redundante y todos se fusionarían en un solo y universal mercado libre global.

La belle epoque del laissez faire, de 1870 a 1914, términó trágicamente en las trincheras de la Primera Guerra Mundial.

Ahora, de nuevo, el intento de crear mercados que se han de colocar por encima de las condiciones sociales, por encima del control político e ignorando las diferencias culturales, está resultando en situaciones de colapso social, inestabilidad política y fragilidad económica a escala planetaria.

Nada muestra mejor los efectos de un capitalismo desbocado, sin controles democráticos que solo se construyen, se legitiman y se implementan a través de la acción política, que el caso de los mercados financieros.

En los últimos 20 años 125 países han sufrido al menos una crisis bancaria seria. Mas de la mitad de esos casos corresponden a países en desarrollo donde la totalidad del sistema bancario quedó prácticamente insolvente. Y en mas de una docena de casos, resolver el problema costó mas de una décima parte del ingreso nacional anual del país respectivo.

En estas crisis colapsan el valor de los activos y de las monedas. La economía se hunde en recesión, la riqueza se evapora, millones de empleos se pierden y la pobreza así como la deserción escolar se catapultan.

Por otra parte, en Inglaterra, al final de la era Thatcher, en uno de cada 5 hogares, no había ni una sola persona con empleo, representando una magnitud de exclusión social desconocida en cualquier otro país de Europa Occidental, pero muy conocida en Estados Unidos.

El nuevo experimento de nuestros días, paradójicamente, es un intento por legitimar, a través de instituciones democráticas, severas limitaciones al ámbito y al contenido del control democrático sobre la vida económica.

Sin embargo y a pesar del formidable aparato ideológico usado para legitimar ese intento, incluyendo a organismos multilaterales como el Banco Mundial, el FMI y mas recientemente a la OMC, ese tipo de capitalismo solo se aplica en tres mercados del mundo: Estados Unidos, Gran Bretaña y Nueva Zelanda. Y en dos de esos, Estados Unidos y Gran Bretaña, ya está en plena revisión.

En Japón, Singapur, Corea del Sur, Francia y ciertamente en la Alemania del capitalismo social, el modelo neoliberal de libre mercado reaganiano y thatcheriano no se ha aplicado, o solo se ha aplicado parcialmente.

Como lo dice John Gray, “el libre mercado es una singularidad anglosajona. En Europa, solo llegó a existir en Inglaterra. Los países de la europa continental son economías de mercado; pero no son sociedades de mercado, y siguen así hasta nuestros días”.

Sin embargo, quienes persisten en imponer la idea de un libre mercado a escala global emancipado de la política y de las demandas sociales de cohesión y estabilidad, insisten en la noción de que el marco legal que lo define debe ubicarse mas allá o por encima de cualquier legislatura democrática.

Por ello, la realidad de los mercados globales al concluir el siglo XX es que son prácticamente ingobernables, ya sea por estados nacionales o por las corporaciones transnacionales; muchísimo menos por los ciudadanos.

Contrario a lo que los apologistas del libre mercado global sostienen, a saber, que el estado nación está en vías de extinción, estos mas bien tenderán a fortalecerse en la medida en que cada vez se hace mas fuerte la demanda de sus ciudadanos de que se les brinde protección y abrigo ante la inestabilidad de los mercados globales.

La globalización económica está atrapada en una paradoja: necesita de los gobiernos para hacerla efectiva; pero en la medida en que es efectiva debilita la legitimidad de esos mismos gobiernos, crea una sensación de creciente inseguridad entre los ciudadanos y estos, a su vez, demandan protección de sus gobiernos. Y estos, para mantener al menos un mínimo de legitimidad política y de cohesión social, deben poner límites a la velocidad, al ámbito y a la profundidad de su apertura y vinculación al mercado global.

Como lo dice George Soros “se habla mucho de imponer disciplina de mercado, pero si imponer disciplina de mercado significa imponer inestabilidad, ¿cuánta inestabilidad puede asumir la sociedad?”.

Y continúa: “Si a las fuerzas del mercado se les concede una autoridad completa, incluso en los campos puramente económicos y financieros, producen caos, y podrían desembocar, en última instancia, en el desmoronamiento del sistema capitalista global”.

Y agrega Soros: “ el fundamentalismo del mercado pretende abolir la toma de decisiones colectivas e imponer la supremacía de los valores del mercado sobre todos los valores políticos y sociales. La promoción del interés personal a la categoría de principio moral ha corrompido a la política, y el fracaso de la política se ha convertido en el argumento mas poderoso en favor de conceder a los mercados aún mas carta blanca”.

Es decir, el actual curso es insostenible y conduce al desastre. Tenemos una economía global sin tener una sociedad global. Soros sostiene que para regular y estabilizar una economía verdaderamente global es necesario algún sistema global de toma de decisiones políticas. Y este sistema, añadimos nosotros, debe descansar, a su vez, en sistemas políticos viables y funcionales a nivel del estado nación.

Esta idea fue planteada durante el XX Congreso de la Internacional Socialista en Nueva York en 1996 cuando se propuso la creación de un Consejo de Seguridad Económica; y fue reafirmada durante el XXI congreso efectuado en París a principios de noviembre de 1999.

En ese Congreso, Lionel Jospin, expresó: “aceptamos que vivimos en economías de mercado; pero no aceptamos que tenemos que vivir en sociedades de mercado. El mercado no es un valor, es solo un instrumento. Debe ser regulado; debe permanecer al servicio de la sociedad. Por sí mismo, el mercado no genera ni sentido, ni dirección, ni proyecto. El mercado no borra las exigencias del contrato social. Es la sociedad de los ciudadanos la que, a través de la deliberación y de la política, instituye y escoge sus valores”.

En la Declaración de París se postula “la primacía de la política para dar respuestas a los desafíos de la globalización. La gobernabilidad de la globalización exige de nosotros el mejoramiento y el reforzamiento de la política; de la calidad y la extensión de la participación democrática en todos los niveles; desde el local, el nacional y el regional, hasta la comunidad internacional”.

En conclusión; la política, es decir, la participación democrática de los ciudadanos en la toma de decisiones, no solo no es un obstáculo para la globalización de los mercados, sino que es su condición de sostenibilidad y de legitimidad.

Si la globalización del mercado es portadora de la promesa de mayor riqueza; solo será a través de la política que ello se hará en un marco de justicia social, de respeto al medio ambiente, de preservación de las diversidades culturales y de la democracia.

No olvidemos que el sujeto de la globalización no es el mercado; son los sujetos, las personas de carne y hueso. Y sus aspiraciones y sueños solo se articulan en el espacio político. Si la globalización no satisface esas aspiraciones, las personas, políticamente organizadas, optarán por otras vías.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Miguel- Muy bien planteado el tema en tu conferencia, el tiempo parece haberte dado la razón. Los mercados financieros requieren flexibilidad para operar de forma eficiente y no coartar la creatividad de los agentes económicos que en ellos participan. No obstante es claro que "la naturaleza de la bestia" es por definición voraz en su afán de generar ganancias y lograr bonificaciones personales por dichos logros. Pensar entonces en un libre mercado con mínimas y deficientes regulaciones nos llevara siempre a resultados como los que estamos viviendo y que tienen a la economía de Estados Unidos al borde del colapso. Los péndulos de la historia, parecen ser inexorables.