martes, 24 de marzo de 2009

Nada podrá contra la vida

Nada podrá contra la vida.
Por Miguel Martí

Estoy seguro que a muchos nos asaltó la duda; que muchos nos hicimos la pregunta.
Teniendo grabadas en nuestra memoria y en nuestro corazón las escenas dramáticas y terribles del terremoto muchos nos habremos preguntado: ¿a partir de cuándo se puede volver a reir, cuánto tiempo ha de transcurrir para expresar alegría?
Las fiestas de Palmares se pospusieron una semana; y aún así mucha gente consideró que era prematuro; que el país aún necesitaba más tiempo para el duelo. ¿Cuánto más? ¿Cómo se determina? ¿Quién decide?
Quienes hemos sufrido la muerte de un ser querido hemos experimentado en carne propia la sensación de que no es justo que mientras nos agobia el sufrimiento, la vida parece transcurrir como si nada hubiera pasado.
Como pasajeros en un tren, desde el interior de nuestro dolor vemos como afuera la gente sigue yendo al trabajo; las parejas se besan, el futbol continua, se hacen las compras en el mercado, se llenan los bares. Y sentimos que es injusto; que la vida cotidiana no tiene por qué seguir como siempre fue; que mi sufrimiento lo menos que amerita es que la vida se detenga, aunque sea un minuto, a compadecerse de mí.
Y quizá en ese mismo instante nos golpea con fuerza la constatación brutal de que la vida jamás se detiene. ¡Ese es el milagro! ¡Esa es la angustia!
¿Es atinado suspender festejos cuando golpea la tragedia? Quizá sí; quizá no. El protocolo, las buenas costumbres y el sentido común dirían que sí. Para mí, la pregunta es: ¿debe posponerse la felicidad ante la tragedia? ¿Debe censurarse la alegría cuando campea el dolor y la muerte?
Víctor Frankl me ayudó a acercarme a mi respuesta. De su experiencia en los campos de concentración nazis aprendió lo esencial que es mantener el buen humor y la alegría. De ahí surgió su idea central: la vida depende del sentido que seamos capaces de darle.
Así, el dolor y el sufrimiento podrían ser fuente de crecimiento personal o espiritual; o podrían lanzarnos a la desesperación. Como también ganarse la lotería podría ser causa de felicidad o de tragedia.
Mantener o posponer o cancelar las fiestas de Palmares podría no haber significado nada. O mucho. ¿Le dimos algún sentido?
Para mí lo esencial es que nos preguntemos: ¿Cómo país, qué sentido le damos a la tragedia vivida con el terremoto? ¿Qué nos enseña? ¿Qué queremos que nos enseñe? ¿A partir de ella podemos ser mejores?
Quizá hacernos esas preguntas y buscar honestamente las respuestas, es mejor que observar actos formales y vacíos de luto.
Siendo muy joven leí unos versos del poeta guatemalteco Oto René Castillo que se me incrustaron en el alma y desde entonces se convirtieron como en un faro que me guía. Dice el poeta: “Nada podrá contra la vida, y nada podrá contra la vida, porque nada pudo jamás contra la vida”.
La vida jamás se detiene; no la detienen ni las tragedias, ni los sentimientos de culpa. ¡Nada puede contra la vida! Lo esencial es vivirla dándole sentido.

No hay comentarios: